domingo, 11 de noviembre de 2012

ARANCEL SOCIAL PARA PROTEGER LA INDUSTRIA EUROPEA

Son los actuales tiempos difíciles e inciertos. La crisis económica dilapida sin piedad proyectos empresariales y personales. Todos tenemos familiares, amigos y compañeros que han perdido su empleo y también, en muchos casos, su patrimonio. Quienes tenemos trabajo nos vemos imposibilitados para aliviar tales situaciones, porque en el ámbito de nuestras responsabilidades nos enfrentamos también al reto de ajustar y recortar para sobrevivir.

Considero erróneo y desafortunado el discurso simple y maniqueo que sitúa del lado de los malos a los empresarios, por aprovechar -supuestamente- la crisis para despedir, y del lado de los buenos a los trabajadores que pierden el empleo. No es ésta la naturaleza del problema, sino su consecuencia.

La causa raiz de la desertización industrial que asola Europa y que en España y en Asturias amenaza la propia continuidad del sector, radica en que la globalización de los mercados no vino acompañada de la correspondiente globalización de la normativa laboral e industrial.

Una moto fabricada en Tailandia. Una bobina de acero producida en Shanghai. Una escalera mecánica elaborada en Zhongshan. Los móviles y dispositivos electrónicos que utilizamos cotidianamente. Los vestidos, zapatos, bolsos y paraguas. Todo ello, se vende en nuestros mercados y se fabrica en condiciones no homologables con las nuestras, en términos de regulación industrial y laboral.

No soy defensor del proteccionismo, pero menos aún de la competición con reglas diferentes. Es necesario que, con urgencia y rigor, Europa defienda su industria del diabólico dumping social que sufrimos desde que hace ya muchos años, Occidente iniciara una huida hacia delante, errónea y socialmente insostenible, deslocalizando factorías industriales hacia Asia. Tal estrategia ha devenido en fracaso, al convertir al consumidor occidental en parado.

Es necesario implantar un Arancel Social a las importaciones de productos manufacturados de países que no respectan en sus industrias y en sus sistemas de protección social los estándares occidentales básicos. No se trata de extender en el mundo el denominado "estado del bienestar" sino de impedir que el crecimiento de los países en vías de desarrollo desertice industrialmente a Europa.

La gran empresa multinacional y la mediana empresa que internacionaliza su negocio fabricando en países que no cumplan el denominado International Manufacturing Code, al exportar sus productos a Occidente debería pagar el Arancel Social, en la cuantía que se determine.  

Los ingresos que se obtendrían de la aplicación del Arancel Social se aplicarían a paliar las consecuencias sociales de la destrucción de empleo que la globalización ha producido y al fomento de la Industria Europea.

La concertación con Estados Unidos de tales medidas es necesaria para sentar las bases de un nuevo orden mundial, que tenga su reflejo en las normativas de Comercio Internacional.

A los políticos y a los expertos les corresponde el desarrollo del concepto, antes de que la turbación social lo exija desde la calle.

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