El modelo de crecimiento seguido por China en las últimas décadas, basado en la inversión financiada con deuda está agotado. Al igual que su derivada: la exportación masiva de productos manufacturados a los mercados occidentales.
China tiene que perseverar en el camino que ha iniciado la nueva administración: desarrollar el consumo interno. Para ello se requiere:
1) Atemperar el crecimiento del PIB hasta situarlo por debajo del 5% , disminuyendo las inversiones en infraestructuras, expansión de la capacidad industrial y vivienda.
2) Aumentar el nivel de renta de la población, vía incremento de los salarios y redistribución de la riqueza que se ha acumulado, hasta ahora, en una élite político-económica.
Las consecuencias de la aplicación del nuevo modelo económico serían positivas para la estabilidad social en China, para su economía y para la del mundo.
China no ha sido motor de desarrollo de la economía mundial sino exportador de productos manufacturados a bajo coste que han destruído el tejido industrial de las economías occidentales, hasta convertir al consumidor europeo en parado. De perseverar en esta dirección, la crisis económica derivaría en crisis social de imprevisibles consecuencias.
Por ello, el cambio de modelo en China contribuiría al re-equilibrio de la economía mundial en tasas de crecimiento inferiores, más equilibradas entre las tres grandes áreas económicas, al tiempo que se enfriaría el mercado de las materias primas, otro aspecto clave para asegurar un crecimiento sostenido y prudente de la economía mundial.
El crecimiento mundial está destinado a ser menor en valor medio y en desviación estándar para que sea sostenible en términos sociales y medio ambientales.
Seguiremos atentamente la evolución de la economía China
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